La obra de Mónica Solar está estrechamente ligada a la escultura textil. A partir de la última fase de su etapa universitaria, comienza a experimentar con tejidos de distinto tipo y a confeccionar vestidos mediante los cuales pretende expresar su relación con el entorno que la rodea. Fruto de su evolución en este campo, y aprovechando su estancia en Milán, lleva a cabo el proyecto “Milano 2688”. Con este trabajo la artista quiso condensar en una obra el conjunto de experiencias que le había aportado su paso por la ciudad. Como quien guarda un aroma en un frasco para no olvidar las sensaciones que le transmite un determinado olor, la artista se propuso que su obra tuviera, al visualizarla, la capacidad de transportarla de nuevo hasta aquellos días felices. El recuerdo del tiempo allí vivido, las personas conocidas y la propia ciudad como decorado eran el objeto de la obra. Para su desarrollo comenzó por confeccionar un gran vestido, una escultura textil, para cuya elaboración pidió prendas usadas a las personas con las cuales había convivido, llegando a reunir más de 200. Posteriormente, las cortó y las desmembró en varias partes y, con la ayuda de una máquina de coser, unió los retales llegando a conformar una pieza única. Con el vestido puesto, recorrió las calles de Milán a través de 2688 pasos, los mismos que horas había permanecido en la ciudad, que la llevaron desde una céntrica calle hasta las proximidades de la Plaza del Duomo. En esta performance, el entorno de la artista estaba representado en el vestido, el tiempo en el número de pasos dados y la ciudad participaba como escenario de la obra. A largo de la performance, se aprecia el pulso acelerado de la ciudad de Milán, la vitalidad de sus calles, y cada paso marca cada una de las horas allí pasadas, que avanzan irremediablemente hasta el final. Las personas que formaron su entorno, reconocidas en cada prenda que compone el vestido, la compañan durante el trayecto. La performance parece entonces haber conseguido el resultado esperado.